La verdad es que todos estos relatos de los abueletes de la Segunda Guerra Mundial me gustan y me distraen un montón. Éste en concreto es algo más que la típica anécdota o historia de trincheras. Sólo hace ligeros comentarios a su época en la Resistencia Francesa. Va un poco más allá. Nos acerca el problema a día de hoy y nos lo compara a su manera. Algunos dicen por ahí que es la base del movimiento 15M o los indignaos. Puede ser, pero autores cabreados e «indignados» con el sistema los hay a centenares. Quizá éste en concreto haya calado más al ser un miembro fundador de los Derechos Humanos del 48 y que el abuelo tiene 93 añazos.

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  • vosotros no tenéis las mismas razones evidentes paracomprometeros. Para nosotros, resistir era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era algorelativamente simple; simple como lo que vino a continuación: la descolonización. Siguió la guerrade Argelia: era necesario que Argelia se independizara, era algo evidente. En cuanto a Stalin, todosaplaudimos la victoria del ejército rojo contra los nazis, en 1943. Pero cuando nos enteramos de lasgrandes purgas estalinistas de 1935, aunque era necesario estar al corriente de lo que hacía elcomunismo para contrarrestar el capitalismo americano, la necesidad de oponerse a esta formainsoportable de totalitarismo se impuso como una evidencia. Mi larga vida me ha dado una serie derazones para indignarme.Estas razones son fruto menos de una emoción que de una voluntad de compromiso. Cuando estudiaba en la Escuela Normal, Sartre, un condiscípulo mayor que yo, me influencióprofundamente. La náusea, El muro, pero no El ser y la nada, fueron muy importantes en laformación de mi pensamiento. Sartre nos enseñó a decirnos: “Sois responsables en tanto queindividuos”.
  • Es verdad que las razones para indignarse pueden parecer hoy menos claras o el mundo demasiadocomplejo. ¿Quién manda, quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes quenos gobiernan. Ya no tenemos que vérnoslas con una pequeña élite, cuyo modo de actuarconocemos con claridad. Este es un vasto mundo de cuya interdependencia nos percatamosclaramente. Vivimos con una interconectividad como jamás ha existido. Pero en este mundo haycosas insoportables. Para verlas, hace falta observar con atención, buscar. Les digo a los jóvenes:buscad un poco, encontraréis. La peor de las actitudes es la indiferencia, el decir “yo no puedo hacernada, yo me las apaño”. Al comportaros así, perdéis uno de los componentes esenciales que hacenal ser humano. Uno de sus componentes indispensables: la capacidad de indignarse y elcompromiso que nace de ella.
  • El pensamiento productivista, sostenido por Occidente, ha metido al mundo en una crisis de la quehay que salir rompiendo radicalmente con la huída hacia adelante del “siempre más”, tanto en eldominio financiero como en el dominio de las ciencias y de la técnica. Ya es hora de que lapreocupación por la ética, la justicia y la estabilidad duradera sea lo que prevalezca.
  • ‘¡INDIGNAOS!’ es un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga alevantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellosbombarderos: una alerta para no bajar la guardia.