Mercaderes del espacio es una novela distópica de ciencia ficción publicada en 1953 y escrita por Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth.
Acababa de terminar el libro «13,99 de Frederic Beigbeder» sobre el mundo de la publicidad actual del siglo XXI y curiosamente este «Mercaderes del Espacio» es otro caso que trata el tema publicitario y aunque con un enfoque de ciencia ficción; un trasfondo similar. Da igual lo que vendas: ropa, coches o planetas ..
Estos dos autores imaginaron un mundo en el que las grandes empresas comerciales ostentan el poder más absoluto. El sistema económico ha engullido al sistema político, y los publicistas o señores del comercio gestionan las vidas de los habitantes del planeta. Ya lo decía Engels 🙂 «todo es economía».
Regidos por una especie de supracapitalismo carente de cualquier escrúpulo legal o moral, para el que sólo cuenta el beneficio puro y duro. Es, entre otros, una sátira del capitalismo y de la publicidad.
Se trata de un libro un poco extraño de leer, un poco surrealista a veces. Mezclar distopía y surrealismo suele ser algo común, pero como en este caso, si no se hace con claridad convierte las lecturas en demasiado abiertas. Las descripciones de personajes, escenarios y trama quedan demasiado pinceladas y te quedas con ganas de saber si estás interpretando bien lo que los autores querían transmitir. Véase el caso caso de la Gallina. Yo, no me la imagino :).
Un clásico de la ciencia ficción de mediados de siglo, y como tal lectura recomendada para seguidores de ese género. Bastante más enmarañada que «1984» , «Un mundo feliz«, «Utopía«, «Señor del Mundo» … Lecturas previas antes de este «mercaderes del espacio».
mis marcadores sobre este libro:
- —Volveré pronto —le dije—. Tengo algo que arreglar con Runstead. —¿No lo acompaña su mujer? —No. Es una cirujana. Voy a despedazar a Runstead, y si la doctora Nevin viniese conmigo trataría de juntar los pedazos.
- Era una bóveda de cemento armado. La Gallina (un hemisferio gomoso de unos cinco metros de diámetro y de color castaño grisáceo) la ocupaba casi por entero. De la carne palpitante salían unas cuantas docenas de caños. La Gallina era, indudablemente, un ser vivo.
- Pensé si debería usar con él la señal del apretón de manos, pero decidí que no. Si yo necesitaba ayuda ya recurriría al hombre; pero si me revelaba prematuramente, sería él quien vendría a pedírmela.
- Kathy era una consista. Runstead también. Kathy y Runstead habían decidido encargarse del pobre Mitch. Y lo habían hecho. Tauton había decidido encargarse del pobre Mitch. Y lo había hecho. Me habían movido como una pieza de ajedrez por todo el tablero.
- Visto a través del tiempo, todo lo que pasó en aquel terrible cuarto de hora se borra y desvanece como las figuras de un calidoscopio giratorio.