Cómo E.T. (y una luna gigante) convirtieron al BMX en un fenómeno global
En 1982 Steven Spielberg estrenó E.T. the Extra-Terrestrial, una película que, además de arrancar lágrimas y subir la demanda de Reese’s Pieces, dejó una imagen fija en la retina colectiva: la silueta de un niño en bici cruzando la luna con un extraterrestre en la cesta. Esa escena —tan simple como pura magia visual— hizo algo que pocos fotogramas consiguen: puso a las bicicletas BMX en el mapa cultural mundial.
Del vecindario a la pantalla: por qué impactó
La secuencia funciona por combinación de factores: un momento emocional (la huida y la amistad), una puesta en escena icónica (la luna completa como telón de fondo) y la estética de los niños montando BMX por el barrio. La imagen se imprimió en pósters, camisetas y en la imaginación de millones de niños que, de repente, vieron a la BMX como sinónimo de aventura y libertad. Esa silueta se convirtió en uno de los carteles cinematográficos más recordados de la década.
No fue CGI de magos del cine: eran riders de verdad
Para lograr las persecuciones y acrobacias se recurrió a ciclistas BMX y a dobles de riesgo: los profesionales del BMX ejecutaron buena parte de los movimientos que vemos en la pantalla, lo que dio genuinidad y energía a las escenas (además, esos planos añadieron credibilidad y glamour al mundo BMX). La prensa y entrevistas posteriores con los implicados han recordado el papel decisivo de estos jóvenes riders en el rodaje.
El efecto comercial: la bici de E.T. existe (y se reeditó)
El impacto llegó también a la industria. Kuwahara, la marca de BMX cuyos modelos sirvieron de base para las bicicletas vistas en la película, produjo ediciones inspiradas en E.T. y, años después, las reediciones y la memorabilia siguieron manteniendo viva la conexión entre la película y la cultura BMX. Hoy hay piezas de producción y bicicletas de la película que salen en subastas y colecciones, prueba de que la iconografía trascendió la pantalla.
¿Se puede medir? (algo sí, mucho rumor)
No existe —al menos públicamente— una tabla exacta que muestre “X% de incremento de ventas de BMX tras E.T.”, pero la combinación de aparición mediática, la fabricación de modelos relacionados y el estallido de interés juvenil por emular las escenas sugieren un claro impulso a la visibilidad del deporte y la afición. En cultura popular, la película ayudó a transformar la BMX de fenómeno local (garajes y pistas) a icono pop con presencia en revistería, tiendas y televisión.
Legado: más que una moda pasajera
Décadas después la imagen del niño y la luna sigue funcionando como símbolo —aparece en pósters, ropa y subastas— y la conexión entre cine y deporte sirve como ejemplo clásico de cómo una película puede catapultar una práctica cotidiana a la fama global. Para el mundo del BMX fue, sin duda, una campaña publicitaria no planificada pero que quedó para la historia.
Pequeño extra para fans: si alguna vez te pones nostálgico y buscas la réplica de la bici de Elliot, hay ejemplares de producción y custom builds (y reediciones) que han llegado al mercado de coleccionismo —a precios que oscilan según rareza—, y cada reestreno o aniversario de la película trae nuevas rememoraciones de aquella noche en que los niños volaron frente a la luna.
