La novela «Las Ruinas del Mañana» de Eduardo Gómez es una obra literaria de notable calidad que sumerge al lector en un futuro post-apocalíptico asolado por las consecuencias imprevistas del avance tecnológico y la naturaleza humana. La narrativa, construida con una prosa cuidada y evocadora, se despliega a través de un tapiz de personajes complejos y situaciones límite que exploran temas universales como la supervivencia, la lealtad, el fanatismo y la búsqueda de la redención. Desde sus primeras páginas, el libro cautiva por su atmósfera opresiva y el realismo crudo con el que presenta un mundo devastado, un testimonio de un futuro que colapsó sobre sí mismo.

Uno de los aspectos más destacables de la novela es la habilidad del autor para construir un universo distópico creíble y detallado. La premisa inicial, que involucra el desarrollo de computación cuántica y nanotecnología con fines antiterroristas que terminan desencadenando una pandemia y un colapso tecnológico global, es tanto original como inquietante. El prólogo, que narra cronológicamente los eventos que llevaron al «Gran Colapso», es conciso pero efectivo, sentando las bases para la desesperanza y la brutalidad que caracterizan al nuevo mundo. La descripción de las «ruinas de un mundo olvidado» y la emergencia de una «nueva era de barbarie» son vívidas y establecen el tono sombrío de la narrativa.

La calidad de la escritura de Eduardo Gómez se manifiesta en su capacidad para crear imágenes potentes y sensoriales. Las descripciones del paisaje desértico son palpables, transportando al lector a un entorno hostil donde la tormenta de arena es una amenaza constante y la oscuridad envuelve las ciudades caídas. La atención al detalle en la descripción de elementos como la jaima o los implantes cerebrales y las nanomáquinas, por ejemplo, en la anatomía del personaje Kay, contribuye a la inmersión en el mundo propuesto. La narrativa fluye con un ritmo que combina momentos de acción trepidante con pasajes introspectivos que profundizan en la psicología de los personajes.

Los personajes son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la novela. Marlo e Iona son dos protagonistas convincentes y complejos, con pasados marcados por la violencia y la pérdida. Su relación, inicialmente tensa y marcada por la desconfianza mutua y el odio derivado de la guerra, evoluciona a medida que se ven obligados a depender el uno del otro para sobrevivir. Los diálogos entre ellos son agudos y revelan gradualmente sus personalidades y motivaciones. La frialdad aparente de Iona, contrastada con sus ojos dorados que «eran dos maldiciones: núcleos de letal precisión rematados en largas pestañas curvas, testigos al mismo tiempo de su fragilidad», la convierte en un personaje fascinante. Marlo, por su parte, representa la lealtad a unos ideales y a un ejército caído, pero también lucha con sus propios demonios internos. La introducción de personajes secundarios como Kay, el cyborg con implantes cerebrales, el enigmático General Hiperión, o la joven Elisa, enriquece la trama y aporta diferentes perspectivas sobre el mundo post-colapso.

La novela aborda temas profundos y pertinentes. La reflexión sobre las consecuencias de la tecnología descontrolada y la pérdida de privacidad resuena en el contexto actual. La exploración de la moralidad en un mundo sin ley, donde la supervivencia a menudo exige actos de brutalidad, plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza humana. La lealtad, la traición, y la búsqueda de la esperanza en medio de la desesperación son hilos conductores a lo largo de la historia.

La estructura narrativa, dividida en secciones que siguen a diferentes grupos de personajes en distintos lugares, inicialmente puede parecer un poco dispersa, pero a medida que la historia avanza, las conexiones entre ellos se vuelven evidentes, culminando en un encuentro que impulsa la trama principal. Esta multiplicidad de perspectivas ofrece una visión más completa del vasto y peligroso mundo que Eduardo Gómez ha creado.

En cuanto al estilo, la prosa es fluida y el lenguaje se adapta a la crudeza del entorno. El autor no rehúye la descripción de la violencia y la fealdad del mundo post-apocalíptico, lo que contribuye a la autenticidad de la narrativa. Sin embargo, también hay momentos de belleza sombría y humanidad, a menudo encontrados en los vínculos que se forjan entre los personajes en las circunstancias más adversas.

En conclusión, «Las Ruinas del Mañana» es un libro excelente y bien escrito que merece ser leído. Eduardo Gómez ha creado una distopía convincente y personajes memorables, todo ello narrado con una prosa que demuestra un dominio del oficio. La novela no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión sobre las posibles trayectorias de la sociedad y la resiliencia del espíritu humano frente a la adversidad extrema. Es una adición valiosa al género de la ciencia ficción distópica y una muestra del talento de su autor. La riqueza de detalles, la profundidad emocional y la trama intrigante se combinan para ofrecer una lectura sumamente gratificante.

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