La Bicicleta resulta anacrónico en un mundo contemporáneo que privilegia la rapidez, la utilidad, el rendimiento y la eficacia. Es un acto de resistencia que celebra la lentitud, el silencio, la curiosidad y lo inútil, valores absolutamente opuestos a las sensibilidades neoliberales que condicionan irremediablemente nuestras vidas. Que las personas se tomen su tiempo es una subversión de lo cotidiano, un largo sumergimiento en el interior que, para los contemporáneos que sólo viven en la superficie de sí mismos, parece un abismo.